Max Besora VULCANO entrevistat a Further (18.08.21)

Max Besora experimenta con el lenguaje, lo desactiva, lo reconfigura con neologismos y lo lleva hasta sus últimas posibilidades. Conversamos con él por la reescritura y traducción al castellano de su primera novela ‘Vulcano’

Max Besora: «La invención de un lenguaje literario particular es lo que diferencia a un autor/a de un escritor»

Han pasado diez años desde que el escritor catalán Max Besora publicara su primera novela, Vulcano. Ahora Besora ha vuelto a enfrentarse a ese mismo texto desde una doble perspectiva: no solo la ha reescrito, inscribiéndola así dentro de ese territorio mítico que ha ido trazando a través de sus otras novelas, sino que también la ha traducido al castellano. De esta manera, Vulcano (LaBreu edicions/Hurtado y Ortega Editores) una novela sobre un hombre loco que, tras la erupción de un volcán en una localidad de paradójico nombre —Sant Pancraci del Paradís—, decide quedarse contemplando la destrucción de todo lo que lo rodea, pero también la propia, no solo se convierte en la última novela de Besora, sino que permite a los lectores castellano descubrir uno de los autores más interesantes de la literatura catalana actual.

Besora experimenta con el lenguaje, lo desactiva, lo reconfigura con neologismos y lo lleva hasta sus últimas posibilidades; juega desde la parodia y el pastiche con los géneros —desde la novela de campus a la novela barroca, pasando por la estética Pulp en La musa fingida (ed. Males Herbes) traducida al castellano para Orciny Press— y plantea, desde el humor y la ironía, un interesante diálogo entre alta y baja cultura y entre tradiciones y expresiones culturales distintas —cine, literatura, cómic. Junto a Borja Bagunyà, autor de la excelente novela Els angles morts —Malas tierras la publicará en 2022 en traducción al castellano de Rubén Martín Giráldez— Besora firmó el ensayo Trapologia (Ara Llibres) sobre el trap y en 2017 ganó el premio Ciutat de Barcelona con Aventures y desventures de l’insòlit i admirable Joan Orpí, conquistador i fundador de la Nova Catalunya (ed. Males Herbes).

Han pasado diez años desde que publicaras Vulcano, que ha pasado de ser tu primera novela a tu última novela. ¿Cómo ha sido el proceso no solo de releerse, sino de reescribirse?
Reescribir Vulcano ha sido un ejercicio estilístico interesante en el sentido en que ahora es un nuevo libro que reconfigura todos los que hice después, como un juego con el espacio-tiempo, un «viaje al futuro-pasado». No es que no me gustase la edición original, simplemente se juntaba que cumplía una década de esa primera versión y quisimos celebrarlo con LaBreu ediciones publicándolo de nuevo en catalán y, de paso, traducirlo al castellano para Hurtado y Ortega editores. Pero también tenía la intención de encajar este primer libro con mis obras posteriores, dado que todas pertenecen a un mismo mapa geoliterario inventado. También le añadí un «proloepílogo» escrito por uno de mis personajes que salen en todas las otras novelas, Walter Colloni, un profesor de la universidad de San Jeremías, para darle el toque metaliterario al asunto, y las increíbles ilustraciones y portadas de Nino Cabero Morán que le añaden el doble de interés al libro. Hacer libros visualmente atractivos también es importante. Hay que añadir que, de paso, reeditar un libro de hace sólo diez años también es un acto de ir contra la tiranía de la novedad literaria que hace que, por lo general, un libro tenga una vida de unos pocos meses hasta quedar enterrado por otras toneladas de nuevas novedades literarias. Sin embargo, los libros no caducan como el yogur.

Si hablamos de reescritura, tengo también que preguntarte sobre el trabajo de traducción. ¿Cómo ha sido no solo traducirte a ti mismo, sino trasladar tu concepción del lenguaje -a continuación, te preguntaré sobre ello- a otro idioma?
Bueno, con mi anterior libro, La musa fingida (Males Herbes, 2020), ya la traduje al castellano para la editorial Orciny Press, así que no me venía de nuevo. De hecho, creo que es un proceso muy saludable el traducirse uno mismo pues, no solo te permite ver fallos en la obra original (que aún estás a tiempo de enmendar), sino que traducir de manera creativa hace que queden dos obras ligeramente distintas una de otra, con lo cual acabas por publicar dos libros de un tiro. En cuanto al lenguaje, evidentemente que hay pasajes, palabras o expresiones que no funcionan igual en dos lenguas distintas, así que hay que inventar sobre la marcha distintas formas de narrar según el idioma y la cultura.

Adentrándonos en el tema del lenguaje, ¿podría decirse que en tu caso hay una constante búsqueda de resignificación de las palabras? O, dicho en otras palabras, en tu deseo de ir contra la verosimilitud, ¿tratas de descosificar las palabras?
Me interesa ir contra el logos y hacer una literatura antiautoritaria, en tanto que el arte no tiene por qué estar sujeto a las leyes de la razón o la autoridad. Este asalto lo hago desde el lenguaje y desde el humor, que es lo que más daño hace a la autoridad. Siempre se ha tenido al humor como un género literario «menor» en comparación con la tragedia, pero el humor me resulta interesante porque tiene una base ingobernable ya que suprime jerarquías poniendo a todo el mundo en un mismo plano de igualdad. Al mismo tiempo, el humor necesita de la construcción híbrida, el plurilingüismo, la exageración, la hipérbole, o el pastiche, o sea, del movimiento de la lengua más vivo, espontáneo e inmediato posible. De ahí que me guste inventar neologismos o mezclar tanto el lenguaje culto como el más popular.

¿La invención de neologismos tiene que ver con la subversión ante la autoridad y, por tanto, con la creación de una realidad nueva, alternativa?
Mi idea es crear un lenguaje concreto para cada novela que hago, aunque haya puntos en común en todas ellas. Creo en el lenguaje como una herramienta de posibilidades infinitas para experimentar nuevas maneras de ver el mundo y, aunque siempre sospecho de todas las manifestaciones del lenguaje humano, en general me interesa rebelarme ante la retórica normativa.

Y para todo ello, ¿hasta qué punto era necesario no solo una primera persona, sino también el uso de monólogo interior? Más allá de la temática, diría que en Magistral de Rubén Martín Giráldez hay una aproximación similar al lenguaje, entre otras cosas por la voz delirante del protagonista.
Bueno, la idea era escribir sobre alguien que pierde la cabeza y se vuelve loco, así que solo podía hacerlo en primera persona y desde el monólogo interior para reforzar la sensación al lector de no tener de dónde agarrarse. Por lo que se refiere a Magistral, lo leí y me gusta mucho la manera cómo Rubén juega con el lenguaje normativo y el sistema literario. Hace poco leí Panza de burro de Andrea Abreu y también me encantó. La invención de un lenguaje literario particular es lo que diferencia a un autor/a de un escritor. Escribir libros también lo hacen los políticos o los periodistas, pero esto no te convierte necesariamente en autor.

Los editores hablan de que Vulcano plantea la disolución del lenguaje y, por tanto, ¿podemos también decir que es una novela sobre la disolución del sujeto?
Bueno, la paradoja de esta novela es que está escrita desde el «yo» más absoluto, pero es un «yo» vacío, es una «nada» creadora, como decía el filósofo Max Stirner. Fíjate que el protagonista no tiene ni nombre y parece que su intención es dejar de ser humano y convertirse en un volcán.

Y en esta disolución, ¿entra también la trama? O, por lo menos, ¿de qué manera el hecho de ser también poeta influye directamente en tu concepción de la novela?
Bueno, aunque las tramas de mis novelas puedan parecer bizarras e idiotas (y, en parte, lo son), siempre intento mantener un equilibrio entre experimentar con el lenguaje y el argumento y sus personajes. Si una novela sólo es lenguaje acaba por aburrirme, por muy buena que sea. En cuanto al hecho de escribir poesía, bueno, hice algunos recitales y publiqué un libro de poemas en prosa siendo más joven, pero definitivamente no soy poeta. Lo que si aprendí con los poetas es a jugar con el lenguaje de modo que suene todo muy oral, como si tuvieras que leerlo en voz alta, y a que la lengua parezca que está vivita y coleando como culebras en la página.

Antes mencionabas un mapa geoliterario en el que se inscriben todas su novelas. ¿Hay una idea de totalidad? Es decir, ¿la idea de una obra total o de una novela en constante escritura?
La idea es escribir todas mis novelas dentro de este espacio geoliterario inventado, de ahí la reedición de Vulcano para contextualizarla bien dentro de este mini-universo. Eso me da mucho juego para repetir personajes y subtramas, hacer spin-offs etc. La cuestión es divertirme a mí mismo y al mismo tiempo crear un mega-libro donde haya una continuidad conceptual con todas estas novelitas juntas.

Antes describías tu obra como una obra de humor. Yo añadiría el concepto de parodia −pienso en La tècnica meravellosa, parodia de las novelas de campus o en Aventures i desventures de l’insòlit i admirable Joan Orpí, conquistador i fundador de la Nova Catalunya, parodia de las novelas barrocas.
La parodia la uso en tanto que imitación risible de obras o géneros literarios precedentes y supuestamente canonizados. No se puede aportar nada mínimamente interesante en literatura sin conocer la tradición. Obviamente para entender bien el juego de la parodia hay que entender el juego propuesto con la tradición textual a la que se alude, ya sean novelas de campus, novela pulp o novela histórica, pero también es interesante porque la parodia apela contra la noción de originalidad, un concepto romántico relacionado con el «yo» y la propiedad privada de la obra. Además de la parodia, también me gusta incluir la sátira en mis obras, para criticar costumbres y vicios de grupos sociales y también porque exige una exageración caricaturesca para reforzar el mensaje crítico.

¿También forma parte de la parodia la mezcla entre alta y baja cultura? ¿Es precisamente el diálogo entre expresiones culturales distintas la que te llevó a interesarte por el trap y estudiarlo desde la teoría literaria o la crítica de la cultura?
Establecer categorías forma parte de la mentalidad académica o de cierta burguesía, siempre tan cerrada y dogmática, para que puedan tenerlo todo bajo su control. Pero en literatura no hay normas escritas ni leyes, es Terra Nullius y uno puede hacer lo que le dé la real gana. Yo disfruto tanto del Quijote como de una novela pulp de Curtis Garland, un ensayo de Gilles Deleuze o un cómic de los Freak Brothers, para mi todas tienen el mismo interés y las considero en el mismo nivel. Creo que en la mezcla (de géneros, lenguajes, disciplinas, etc.) está la gracia pues así salen cosas nuevas y refrescantes. En este sentido, el trap era algo que difícilmente podría entrar ahora mismo en la universidad, así que sacamos la academia a la calle. La universidad sólo estudia objetos que le convienen para que se ajusten a sus teorías, y lo que queríamos hacer nosotros con Trapologia, era forzar esas teorías para explicar un objeto no identificado y, al mismo tiempo, mezclar ensayo y ficción y hacerlo explotar todo: géneros literarios, la academia, o la idea de la literatura como algo domesticado para todos los públicos; es decir, hacer literatura con la mentalidad de la música trap.

Por último, quiero volver al tema de la traducción y preguntarte sobre tu opinión ante la relación que hay entre los dos campos literarios, el catalán y el castellano. ¿Faltan traducciones? ¿Se debería traducir más?
Obviamente me interesa ser leído en el máximo de lenguas posibles, evidentemente. Y que una obra salga al mismo tiempo en dos lenguas (y editoriales) distintas, traducidas por el mismo autor, es un modo de contrarrestar esa polarización de, o bien publicas en catalán o bien en castellano, como si fueran dos mundos que coexisten en dos universos paralelos (y, en cierto modo, por desgracia, así es). Pues, ¿por qué no publicar en las dos lenguas al mismo tiempo? Y si lo pudiese hacer en otras lenguas al mismo tiempo… ¡también lo haría! Creo que últimamente se están traduciendo más obras de la literatura en catalán a otras lenguas, lo cual es muy positivo pues en catalán existe una tradición literaria muy interesante que es poco conocida en España y en el resto del mundo. De hecho, la realidad es que la península ibérica contiene diversos sistemas literarios (gallego, vasco, valenciano, etc.), pero siempre están sujetos a las tendencias centralizadoras del Estado. Entonces, ¿quiero que me lean en castellano? Sí, evidentemente, porque son muchos millones de lectores, pero mi lengua de origen siempre va a ser el catalán. Y si fuera un esquimal de Alaska o Groenlandia que escribe en lenguas inuit, luego me traduciría al inglés yo mismo para llegar a un público más amplio. De hecho, lo más interesante sería escribir novelas políglotas con lo cual ya no podría ser traducido ni no se sabría a qué lengua o sistema literario pertenece, rollo el Finnegans Wake de Joyce, y se acabarían todas estas disquisiciones.

https://theobjective.com/further/max-besora-la-invencion-de-un-lenguaje-literario-particular-es-lo-que-diferencia-a-un-autor-a-de-un-escritor?fbclid=IwAR20N0p4uA367wo7C26ZoUysGCAqHiCNV8GENYbhikymTHB2ZoANpHRHOOA

Anna María Iglesia, Further (18.08.21)

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